Vivimos en una sociedad en que tenemos pánico al dolor. Existen calmantes
para todo tipo de dolores, desde la cabeza hasta los pies, pasando por todos
los órganos.
En cuanto nos duele algo, nos tomamos un analgésico sin pensarlo. Nos
parece lo normal, porque estamos hartos de oírlo en la televisión y a los
demás. Si dices: “Me duele la cabeza” la persona que está a tu lado, sin
pensarlo te dice: “Tomate una pastilla”.
Creo que no nos damos cuenta de lo que supone ir introduciendo en nuestro
cuerpo “productos químicos”, que aunque muchas veces nos ayudan, en la mayoría
de los casos, podríamos no tomarlos porque nuestro cuerpo es capaz de reponerse
por sí solo.
Si no podemos aguantar los síntomas de una simple gripe, ¿cómo podremos
soportar una enfermedad más grave? Nos
han inculcado las soluciones fáciles y rápidas, es decir las pastillas, que aunque a corto plazo funcionan, no ayudan
al cuerpo a producir anticuerpos y por lo tanto no sale fortalecido.
En mi opinión, cuantas menos pastillas te tomes, mejor. Quizás sea porque
estoy acostumbrado a que en casa me dicen: “si bebes agua y duermes bien, todo
se cura”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario